jueves, agosto 09, 2007

VEN CONMIGO.-


Primera parte.

Ven mujer buena,...
más te busco y espero.
Te hallaras a mi lado completa, mujer feliz.

Ven mujer dulce,...
que más ser uno no puedo.
Me hallare en tu regazo perpetuo, varón feliz.

(Vedono la buona donna,…
mas i cercano e spero a voi.
Eravate al mio lato completo, donna felice.
Vedono la donna dolce,…
quel mas da essere uno non posso.
Troverà a me nel vostro giro perpetuo, uomo felice).

Ven, mujer amada,...
que de carne y alma sea tu juicio.
Estarás en mi gracia infinita, noches de cómplices.
Estaré en tu nirvana, y seré de tus días, aliado.

(Vedono, amavano la donna…
che di carne e di anima è il vostro giudizio.
Estaras nella mia tolleranza infinita, nelle notti dei complici.
Estare nel vostro nirvana e in sere dei vostri giorni alleati).

Ven, para que con un abrazo gozoso,
a mi carne, tu carne canela se una.
Cuan ángel busca del cielo su trozo,
para saciar así, su perpetua hambruna.

(Vedono, di modo che con un hug allegro,
alla mia carne, la vostra cannella una della carne.
Come l'angelo cerca del cielo la relativa parte,
per satiate così, il relativo ambruna perpetuo).

Mi amada, si por cada reposado segundo fueses mía,
del tiempo seria irracional aliado,...
y con justa razón.

(Amava il mio, se da ciascuno riposato in secondo luogo voi fossero mine,
dell'alleato irrazionale serio di tempo,… e con giusto motivo).

Segunda parte.

Seres que rebozan de la gracia de sentir amor.
Amantes desconocidos por el destino,
pero que se merecen en lo mutuo,
siendo uno. Soñadores de paciones infinitas.
Cada quien es el obsequio a tan solitaria espera,
solo basta caminar fundidos hacia la dicha. …

"Para seguir escribiendo estas palabras, te invito a hacerlo juntos…”

Con un sincero sentimiento, para ti, ...que aún no te me apareces…
Alvaro P. Pedrero Porcel.-

miércoles, agosto 08, 2007

Un extracto de unos de mis libros favoritos… GIBRÁN KHALIL GIBRÁN EL PROFETA (1923)

El Amor.

Dijo Almitra: Háblanos del Amor.

Y él levantó la cabeza, miró a la gente y una quietud des­cendió sobre todos. Entonces, dijo con gran voz:
Cuando el amor os llame, seguidlo.
Y cuando su camino sea duro y difícil.
Y cuando sus alas os envuelvan, entregaos. Aunque la espada entre ellas escondida os hiriera.
Y cuando os hable, creed en él. Aunque su voz destroce nuestros sueños, tal cómo el viento norte devasta los jardines.

Porque, así como el amor os corona, así os crucifica.
Así como os acrece, así os poda.
Así como asciende a lo más alto y acaricia vuestras más tiernas ramas, que se estremecen bajo el sol, así descenderá hasta vuestras raíces y las sacudirá en un abrazo con la tierra.

Como trigo en gavillas él os une a vosotros mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de vuestras coberturas.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, hasta que estéis flexibles y dóciles.
Y os asigna luego a su fuego sagrado, para que podáis convertiros en sagrado pan para la fiesta sagrada de Dios.

Todo esto hará el amor en vosotros para que podáis cono­cer los secretos de vuestro corazón y convertiros, por ese conocimiento, en un fragmento del corazón de la Vida.

Pero si, en vuestro miedo, buscáreis solamente la paz y el placer del amor, entonces, es mejor que cubráis vuestra desnudez y os alejéis de sus umbrales.
Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis, pero no con toda vuestra risa, y lloraréis, pero no con todas vuestras lágrimas.
El amor no da nada más a sí mismo y no toma nada más que de sí mismo.
El amor no posee ni es poseído.
Porque el amor es suficiente para el amor.

Cuando améis no debéis decir: "Dios está en mi corazón", sino más bien: "Yo estoy en el corazón de.Dios."
Y pensad que no podéis dirigir el curso del amor porque él si os encuentra dignos, dirigirá vuestro curso.

El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.
Pero, si amáis y debe la necesidad tener deseos, que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como un arroyo que canta su melodía a la noche.
Saber del dolor de la demasiada ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del amor. Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertarse al amanecer con un alado corazón y dar gracias por otro día de amor.
Descansar al mediodía y meditar el éxtasis de amar. Volver al hogar con gratitud en el atardecer.
Y dormir con una plegaria por el amado en el corazón y una canción de alabanza en los labios.

El Matrimonio.

Entonces, Almitra habló otra vez: ¿Qué nos diréis sobre el Matrimonio, Maestro?

Y él respondió, diciendo:

Nacisteis juntos y juntos para siempre.
Estaréis juntos cuando las alas blancas de la muerte espar­zan vuestros días.
Sí; estaréis juntos aun en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que haya espacios en vuestra cercanía.
Y dejad que los vientos del cielo dancen entre vosotros. Amaos el uno al otro, pero no hagáis del arnor una ata­dura.
Que sea, más bien, un mar movible entre las costas de vuestras almas.
Llenaos uno al otro vuestras copas, pero no bebáis de una sola copa.
Daos el uno al otro de vuestro pan, pero no comáis del mismo trozo.
Cantad y bailad juntos y estad alegres, pero que cada uno de vosotros sea independiente.
Las cuerdas de un laúd están solas, aunque tiemblen con la misma música.
Dad vuestro corazón, pero no para que vuestro compañe­ro lo tenga.
Porque sólo la mano de la Vida puede contener los cora­zones.
Y estad juntos, pero no demasiado juntos. Porque los pilares del templo están aparte.
Y, ni el roble crece bajo la sombra del ciprés ni el ciprés bajo la del roble.

Los niños.




















Y una mujer que sostenía un niño contra su seno pidió: Háblanos de los niños.

Y él dijo:

Vuestros hijos no son hijos vuestros.
Son los hijos y las hijas de la Vida, deseosa de sí misma. Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros.
Y, aunque están con vosotros, no os pertenecen.

Podéis darles vuestro amor, pero no vuestros pensamientos.
Porque ellos tienen sus propios pensamientos.

Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas.
Porque sus almas habitan en la casa del mañana que voso­tros no podéis visitar, ni siquiera en sueños.
Podéis esforzaros en ser como ellos, pero no busquéis el hacerlos como vosotros.
Porque la vida no retrocede ni se entretiene con el ayer. Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos, como flechas vivientes, son impulsados hacia delante.
El Arquero ve el blanco en la senda del infinito y os doblega con Su poder para que Su flecha vaya veloz y lejana. Dejad, alegremente, que la mano del Arquero os doblegue. Porque, así como
El ama la flecha que vuela, así ama también el arco, que es estable.